Los entresueños

Recuerdo que de niño no era mi costumbre dormir por la tarde; hacer eso que la gente llama “la siesta”.  No me gustaba porque al despertar me dolía mucho la cabeza. Además, sentía una extraña tristeza. Cosas raras de un tipo raro como yo. Cuando llegaba a dormir por la tarde lo hacía por una hora y luego me gustaba salir a la calle. Caminar por el rumbo donde vivía la novia de turno. Me sentaba en la banqueta y esperaba. Entonces sacaba una hoja o una libreta y escribía. Un poema, dos. Volvía a mi casa y pensaba entonces en la dedicatoria. Me tardaba más en escribir la dedicatoria adecuada que en el poema. 

Es cosa imposible el querer tener copia de todos mis poemas. antes así era, los regalaba y no me preocuaba por hacer copia de los originales. Dudo mucho que a quienes se los obsequié los conserven. No me molesta porque las cosas que ahi plasmé fueron inspiradas por ellas.

Ahora, gracias al ordenador, la cosa es distinta. Aunque ya no escribo tanto y menos los dedico. Duermo más siestas, pero ya no rondo los rumbos de enamorada alguna.

La vida avanza y todo se transforma. Recuerdo que una vez me encontré a una exnovia en la calle. Nos saludamos sin decir palabra. Ella traía a una niña de unos 5 años sujetada de la mano. Reí con ambas, me dieron mucha ternura.


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